hijos de los hijos de la ira

"Hijos de la bonanza" nos llamaban:
los que no conocieron ni hambruna
ni las agudas larvas de estridencia
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas tan delgadas
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.
Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
-en un último gesto agonizante-
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminan hacia el río
dispuestos a bañarse entre excrementos.
También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables con el sufrido
por aquellos que ahora nos decían
"hijos de nuestra sangre", tan severos.
Aunque a veces, es cierto, no era fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso al comezón,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos. (1)
(1) Poema de Ben Clark, Patafísico y Mallarmé-Felación de Frambuesa. Para Coprovich el poemario Los hijos de los hijos de la ira tiene un admirable timbre de voz generacional, un acierto temático. Para mí Ben Clark es el nuevo Ángel González, con todo lo bueno de aquél (sencillez, profundidad y sobre todo sinceridad) y lo malo de ser una imitación. Sin embargo es uno de los poetas jóvenes que me cae mejor, seguramente Ben cae bien a todo el mundo, y por eso incluyo una entrevista. Y aunque sé que ha llovido mucho desde entonces, no puedo dejar pasar la oportunidad de recordar su intervención en el Campeonato de Poetas Pesados: actividad dadaísta de combates reales entre poetas reales; que hubiera hecho las delicias del clásico poeta-boxeador, Arthur Cravan. Pues, como dijo éste, la gloria es un escándalo.
0 comentarios